Capítulo II
Josué
Recuerdo aquel día que
me libré de entrar a las fuerzas armadas, todo el proceso de captación había
iniciado por la mañana, el gobierno informó que todos los jóvenes mayores de edad que no se encontraran estudiando o trabajando tenían que
presentarse obligatoriamente en los centros militares.
Yo había cumplido la
edad requerida hacía dos meses y al no haber podido ingresar a la universidad
no me quedaba otra alternativa por el momento, tenía todas las opciones de ser
escogido debido a mi buena estatura y contextura, por ello, mamá rogó a mi
padre que busque algún modo de evitar mi inminente ingreso.
Ya se
sabía de un movimiento político que se encontraba realizando una especie de
revolución social, era una forma de ideología que recién estaba tomando fuerza
en esta parte del mundo, nadie estaba muy preocupado ya que lo veían como un grupo de gente más y se creía que no llamaría la atención de más personas, sobre todo en
la parte de la capital.
Los pueblos alejados,
zonas rurales, aquellos lejos del punto central del gobierno eran uno de
los principales lugares donde esta revolución encontraría a sus mejores soldados. Los intelectuales se encontraban en colegios y universidades, ellos eran el cerebro del movimiento que en los lugares
lejanos y apartados de los beneficios que los líderes gobernantes daban.
Proponían una nueva
forma de gobernar más justa, pero la forma de llegar al poder que ellos creían
única era la violencia, en solo un mes ya había conseguido tomar pueblos
enteros y poner a algunas ciudades en caos, la mañana en el centro de reclutamiento
recién fui consciente de la verdadera dimensión de este problema.
Mi padre salió en busca
de su hermano pues mi tío tenía un rango muy importante en el ejército, lo cual
era necesario si se quería evitar mi entrada y no vaya a arriesgar mi vida en las
batallas que se libraban en ese tiempo.
Mientras que con mi
madre fuimos a una escuela militar cercana donde se estaban realizando los
exámenes necesarios para enlistarse, estábamos en una larga cola de jóvenes
prestos para pasarlos, esto se daba ya que eran tiempos oscuros en los que se
necesitaban nuevos soldados. Mi madre estaba a un extremo del patio, mirando a
todos lados por lo nerviosa que se sentía esperando.
Horas después mi padre
llegó con las buenas noticias para todos, había conseguido que mi tío moviera a
todos sus contactos para que no dé los exámenes. Me sentí tranquilo, pero un
poco decepcionado al saber cómo funcionaban las cosas, y que solo por tener
influencias importantes quedaría librado mientras que otros no corrían con la
misma suerte, los privilegios siempre pueden más.
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